sábado, 26 de febrero de 2011

El Grand Hotel de Fellini cumplió 100 años


Enclavado en Rimini, la ciudad natal del cineasta, el albergue arribó al centenario mitificado por su imagen de lujo y fastuosidad. En esta ocasión se entrelazan recuerdos del realizador de Amarcord con interesantes oportunidades turísticas que ofrece este destino del mar Adriático

MARIELA DIAZ ROMERO

Este año (2008) se celebra el centenario del Grand Hotel de Rimini (Italia), pero también se cumplen los 35 años de la proyección en las salas de cine de una obra de arte como Amarcord, filme que obtuvo el Oscar en 1974 y en el que Fellini rememora el ambiente de la que fue su ciudad natal en los años 30, Rimini.

En el hotel, de estilo Liberty, construido en 1908 y proyectado por Paolito Somazzi, transcurrieron las aventuras de príncipes y jeques y cuya fascinación de oropel dieron forma poética a la ciudad-mito de la riviera romagnola.

Los rimineses consideran al Grand Hotel un monumento nacional. Onírico y cinematográfico son algunos de los adjetivos con los que se le suele describir. Así lo dejó escrito Federico en el libro La mia Rimini: “El Grand Hotel era la fábula de la riqueza, del lujo, la ostentación y la opulencia oriental. Cuando las descripciones que leía en las novelas no eran lo suficientemente estimulantes para suscitar escenarios sugestivos en mi imaginación, me ‘agarraba’ del Grand Hotel, como ciertos pequeños teatros en mal estado que siempre colocan la misma escenografía malograda para todas las situaciones”.

“Delitos, robos, noches de amor loco, chantajes, suicidios, el jardín de los suplicios, la diosa Kalí: todo sucedía en el Grand Hotel ―recuerda Fellini―. Las noches de verano se convertían en Estambul, Bagdad o Hollywood. Desde las terrazas, protegidas por espesas cortinas, apenas se dejaban ver desnudas espaldas femeninas que parecían de oro, ligeramente tocadas por brazos masculinos que iban de smoking blanco, mientras una brisa perfumada transportaba con melodías que hacían desvanecer”.

“Ahí estaban presentes los motivos del cine americano: ‘Sonny boy’, ‘I love you’, ‘Alone’, que el invierno anterior habíamos visto en el cine Fulgor y que después rememoramos por mediodías enteros, con l’Anabasi de Senofonte (libro de aventuras del siglo V) sobre la mesita y los ojos perdidos en el vacío. Solamente en invierno, en medio de la humedad, la oscuridad, la neblina, teníamos la posibilidad de tomar posesión de las vastas terrazas, llenas de agua, del Grand Hotel. Pero era como llegar a un campamento cuando todos se habían ido. Una vez, sólo una, tomé la carretilla y subí velozmente por la escalinata, atravesé con la cabeza gacha la deslumbrante terraza llena de luces y entré... Vi de un lado al otro y no había nadie. Después miré los grandes sofás como barcas, poltronas enormes como camas, la alfombra roja que subía formando curvas junto a las escaleras de mármol, sobre una cerca de vidrios de colores; flores; pavo reales; serpientes que entrecruzaban sus lenguas... y desde una altura vertiginosa, caía, para quedarse milagrosamente suspendida en el aire, el más grande juego de lámparas del mundo...”.

De la memoria al cinemascope. Francesca Fabbri Fellini, en ocasión del centenario del Grand Hotel, evoca algunos de los recuerdos que conservó el cineasta de su ciudad natal y del hotel que tanta fascinación ejerció en él desde su infancia. “Cuando Federico era niño un apartamento en el Grand Hotel representaba lo inalcanzable. Él no habría creído nunca que un día habría de vivir como un huésped VIP. De hecho el cineasta tenía siempre una suite reservada a su nombre. Tampoco habría creído que su permanencia podría no ser alegre, porque estuvo en el Grand Hotel prisionero de la enfermedad”.

Esta dolorosa estadía de Fellini ocurrió aproximadamente 20 años después de la proyección en las salas de cine de Amarcord, en agosto de 1993. El realizador falleció en octubre de ese año en Roma.

“Sigo preguntándome ―escribe Fabbri― por qué Federico escogió justamente Rimini para su convalescencia. Quizás se esperaba, como por encanto, reencontrarse paseando por la calle a su perrita Titina, al pequeño circo de su niñez o tropezar con el cine Fulgor, en el que, gracias a los hermanos Marx, nació su amor por el séptimo arte”.

Entre sueños, orígenes, parques y hallazgos. Quizás la respuesta se encuentra en algunos pasajes que el cineasta escribió en La mia Rimini: “A Rimini no regreso con placer. Lo confieso. Sufro una especie de bloqueo (...) ¿Será que tengo miedo de encontrarme con ciertos sentimientos? El retorno me parece una operación teatral, literaria. Ciertamente, eso puede tener su fascinación. Una fascinación somnolienta, turbia. De hecho, cuando estoy allí siempre me asaltan fantasmas olvidados. Quizás estos inocentes fantasmas, si dejase que permanecieran, me harían una silente y embarazosa pregunta, a la que no podría responder con tangentes ni mentiras”.

Lo única respuesta cierta es que existen varias Rimini, además de la felliniana. Esta es una pequeña ciudad de la costa de Emilia Romagna, en la que destacan pequeñas poblaciones como Ravenna, Milano Marittima, Cessenatico, Riccione y Cattolica. Aledaña, en la región de Marche, comparten esta costa las localidades de Pesaro, Senigallia y Ancona. Por lo general, las ciudades apostadas frente al mar Adriático tienen un boulevard que las bordea y frente al que se dispone la playa en perfecta armonía. Es el lungomare. En Rimini el centro de este boulevard es la Marina, una zona en la que convergen restaurantes y negocios de comidas y bebidas que extienden sobre la arena las tumbonas, las sombrillas y los cambiadores, perfectamente acondicionados para guardar pertenencias. Todo ello por un precio que varía de acuerdo a la cercanía al mar.

Desde 1869 se desarrolló en esta zona un centro dedicado a la curación a través de baños de mar; la primera experiencia fue desarrollada por el médico Paolo Mantegazza, experto en talasoterapia. Y desde 1845 un servicio de transporte a caballo conectaba el centro de la ciudad con la playa a través de una larga avenida flanqueada por frondosos árboles, el viale Principe Amedeo, que todavía hoy conserva el esplendor de su boscaje entre edificios de finales del siglo XIX. Rimini pronto creció en el siglo XX como polo turístico de salud y bienestar, así como de diversión y relax.

Itinerarios. Un paseo por Rimini podría incluir el parque Federico Fellini y la Fontana dei Quattro Cavalli o fuente de los cuatro caballos, inaugurada en 1928 y reacondicionada en 1983. El parque, a pocos metros del Grand Hotel, se construyó luego de la Segunda Guerra y es hoy por hoy el pulmón verde de la ciudad. En el verano es el escenario ideal para que las familias y los turistas ávidos de sol y brisa disfruten de picnics, conciertos de jazz y bandas pop, muestras al aire libre y actividades infantiles.

La Fontana dei Quattro Cavalli, que está ubicada en el parque al final del paseo Principe Amedeo, es un lugar de encuentro donde los paseantes beben un refresco después de sus caminatas, los ciclistas toman un descanso y le nonne pasean con sus nietos mientras cuentan novedades. El centro de la fuente son cuatro caballo de mar cuyas narices expulsan el agua que salpican el aire sofocante del verano.

Arimunum, la original. El recorrido romano espera a todos aquellos que deseen descubrir los orígenes de la ciudad-balneario. Fue fundada en el año 268 a.C, con el nombre Ariminum que proviene de la palabra latina ariminus, la cual designaba al río de la región, Marecchia.

El puente de Tiberio, la plaza tre Martiri, puerta Montanara, el arco de Augusto, el Domus del Chirurgo y el anfiteatro dan cuenta del espíritu romano que reinó en la zona, regido por la sabiduría y la ingeniosidad de sus construcciones.

De estos vestigios destaca el Domus del Chirurgo, el consultorio de un médico romano que data del siglo III a.C. Abierto al público en 1997, esta habitación muestra una pequeña cama, bisturíes, herramientas quirúrgicas y monedas, entre otros hallazgos que dan fe de ser un descubrimiento arqueológico, único en el mundo.

Cierra el recorrido una visita al Museo de la Ciudad, en via Tonini, que exhibe la memoria conservada de Ariminum. Desde billetes de ingreso al anfiteatro hasta estatuas de gladiadores pasando por monedas antiguas, mosaicos y ánforas dan cuenta de la era fundacional.

Rimini no sólo es la ciudad de Fellini y su evocación onírica del Grand Hotel. El Adriático baña sus límpidas playas en las que transcurren los veranos de cada uno de sus visitantes, desde aquel que busca el bienestar de la talasoterapia, pasando por las mamás que se broncean en sus tumbonas lejos del estrés citadino porque los niños juegan cerca en un mar calmo y seguro. Hasta el joven veinteañero que pasa sus noches de bar en bar bebiendo martinis o smirnoff, acariciado por la brisa del mar. Hay quien dice que Rimini es como el blues: en su corazón lo tiene todo, todo para disfrutar, sólo falta descubrirla.

Coordenadas

100 años de fascinación

Para celebrar en grande sus 100 años, el albergue preparó propuestas especiales, entre ellas, la llamada “Federico”. Consta de alojamiento por una noche en habitación doble tipo Classic; desayuno; cóctel Federico en el lobby bar; cena con menú Federico, incluye los platos más apreciados por el cineasta (menos la bebida); visita al museo Fellini, además puesto en el estacionamiento y derecho a usar el gimnasio. El costo por persona por noche es de 160 euros (más impuestos). Si en vez de la Classic, se prefiere dormir en la Regal Suite Fellini entonces el costo es 240 euros por persona, por noche. Si el gusto es tener un cuarto con vista al mar, entonces se debe cancelar un suplemento de 35 euros diarios. Disfrutar del paquete Federico sólo será posible del 1 de octubre al 28 de diciembre de 2008.

Estate al mare

El ferragosto italiano, que arriba cada 15 de agosto, indica para esos ciudadanos vaciar las ciudades y dar paso al disfrute del sol, la arena y el mar, ya sea Adriático o Mediterráneo. El Grand Hotel ofrece el paquete Gran Verano del Centenario. Por mínimo tres noches, el huésped disfruta de alojamiento en habitación doble con cena, acceso a la playa con derecho a toldo, tumbona y toalla; para los niños hay (sólo para aquellos que se hospeden hasta el 7 de septiembre) mini club, baby sitter (si se requiere) y baby restaurant; actividades según el gusto del visitante: shopping, deportes o visitas guiadas a sitios cercanos de interés; fiesta en la playa el domingo al atardecer. Los precios van desde 165 euros a 380 euros, de acuerdo a la disponibilidad en temporada.

En la ciudad de Raffaello

Si se trata de hacer alguna excursión cercana, un destino imperdible es Urbino, a 45 minutos de las playas del Adriático. Aquí, otro, Federico, el duque de Urbino y conde de Montefeltro, junto a su esposa Battista Sforza, erigió un centro de arte y arquitectura de la Italia central renacentista.

Un recorrido debe incluir el duomo (la catedral); el Palacio Ducal, conocido como el “palacio en forma de ciudad”, que conserva piezas maestras de Piero della Francesca, Donato Bramante, Paolo Uccello y Raffaello, entre otros; la plaza del duque; los edificios de la Universidad de Urbino, creada en 1506, y, entre muchas otras edificaciones, la iglesia de San Bernardino, donde está el mausoleo de los duques. La plaza del duque Federico es el corazón del centro histórico.

En via Raffaello, N.57, se encuentra la casa natal del pintor Raffaello Sanzio, uno de los grandes de Italia junto a Leonardo da Vinci y Michelangelo Buonarrotti. En la Galería Nacional de Marche se exhibe, hasta el 4 de octubre, la célebre obra de este artista, Dama con Liocornio. Se anuncia que esta exhibición es un abrebocas del proyecto que toma forma en 2009 y será una amplia retrospectiva del pintor: Raffaello y Urbino: su formación y su relación con la ciudad natal.

A la mesa con los Federico

La comida, momento de culto en la vida italiana, casi siempre es preparada con productos de excelente calidad cultivados en la región donde se sirve. Una recomendación es probar tanto en Marche como en Emilia Romagna los platos que deleitaron a sus hijos dilectos. Se dice que en la mesa de Federico, el duque, no faltaba el cerdo asado aromatizado con especias y acompañado con polenta así como el Fagiano alla Santa Alleanza relleno de beccaccia (especies de aves). Para recordar al Federico cineasta hágase servir de entrada el delicado consomé de pescado con hierbas costeñas. L
uego el tradicional spaghetti salteado con atún fresco, aceitunas en rodajas y albahaca. No olvide el carpaccio de spigola (pequeñas rodajas de esta especie marina) con espinaca, gentilina y valeriana. Acompáñelos con una copa de Verdicchio dei Castelli di Jesi o el Sangiovese di Romagna.

(Artículo publicado el 24 de agosto de 2008, en la sección Viajes, de El Nacional, Caracas, Venezuela)

jueves, 24 de febrero de 2011

El boxer: un grandulón de buen corazón


Su tamaño suele infundir temor pero en realidad estos canes son mansos, adaptables y adoran a los niños. Necesitan sentirse amados e integrados a la familia MARIELA DIAZ ROMERO

Quienes tienen un boxer como mascota no dudan en afirmar que es el mejor perro que se pueda tener porque son cariñosos y juguetones, ideal si hay niños en casa. Así lo afirma el médico veterinario Bernardo Manrique: "El boxer es una raza bastante dócil con los niños. Aunque no está hecho para ser un perro de compañía, es extremadamente cariñoso, en especial con los más pequeños del hogar".

Debido a su valor, fuerza y agilidad, es utilizado como perro policía, como lazarillo para ciegos y perro de bomberos, dado su gran olfato y valentía en grandes catástrofes. Es fiel, inteligente y vigilante. Tiene mucha fuerza y velocidad en el ataque, si se presentara el caso.

Fina estampa

Es un perro mediano de pelo corto y conformación regular. Se distingue su musculatura sin llegar a ser exagerada. El cuerpo es de forma cuadrada. La espalda es relativamente corta y ligeramente inclinada hacia la parte posterior. Tiene una cabeza grande y con ligeros pliegues en la piel de la cara. El pelo es corto, pegado al cuerpo y lustroso, con colores que van del castaño amarillento, al gris atigrado o el castaño rojizo oscuro. El macho puede pesar hasta 31 kilos y la hembra hasta 27 kilos. De acuerdo con Manrique lo principal para mantener su pelambre en buen estado es evitar bañarlo excesivamente. Entre uno y otro baño se debe esperar de seis a ocho semanas. Si se les baña demasiado esto puede afectar los ácidos grados que nutren su cabello, y que se encargan de que luzca brillante y sedoso. Otra recomendación es limpiar periódicamente los oídos con aceite para niños.

Cuándo vacunar

Es importante proporcionarle al cachorro las vacunas correspondientes. La primera se debe colocar a la semana de nacido. Al respecto Manrique comenta que hay que prevenir la parvovirosis -enfermedad infectocontagiosa que presenta diarrea con sangre, fiebre y vómito-. A la octava semana de nacido le corresponde la triple (contra el moquillo, la hepatitis y la leptotirosis). A éstas se le agrega la de la influenza, para prevenir afecciones respiratorias. Y a las 12 semanas se les da un refuerzo de la triple junto con la coronavirus. La antirábica está indicada en la semana número 16. Asimismo se debe realizar el control médico 3 veces al año, y desparasitarlo periódicamente (una vez cada 4 meses). Esto es de suma importancia sobre todo si se trata de mascotas que están cerca de niños.

Otro cuidado esencial en estos casos es evitar que se llenen de pulgas o garrapatas. Para ello los veterinarios le aplicarán una inyección que ayuda a prevenir los ectoparásitos. Manrique añade que después de la semana 12 se puede practicar la cautectomía (corte de cola). Si bien se trata de una decisión del dueño, es casi obligada porque define el patrón de raza del animal: es característico de un boxer tener la cola corta. Recomienda Manrique hacer esta intervención (al igual que la otoplastia, el corte de orejas) a edad temprana ya que se minimizará cualquier circunstancia traumática para la mascota. En cuanto a la alimentación, el veterinario aconseja evitar los dulces, el pan, las papas y la pasta. Lo mejor es suministrarles comida elaborada especialmente para perros de razas grandes.

Buenos hábitos

Estas mascotas de gran tamaño necesitan su buen rato de ejercicios durante el día. Manrique recomienda comprarles algunos juguetes, ya que así se evitará que muerdan objetos de la casa o personales de los dueños, con lo que se previenen accidentes o lesiones. Cuando están cachorros es ideal que tomen la luz del sol para ayudar a fijar la vitamina D. Al cachorro hay que tratarlo con cariño, pero también con firmeza. No le permita jamás aquello que no esté dispuesto a permitirle de por vida, y en esto hay que ser inflexible, si no se vuelve caprichoso. Para disciplinarlos, Manrique considera que de 4 a 6 meses están listos para el entrenamiento.

Fuente

Bernardo Manrique. Veterinario. Teléfono: 0058 414 262 9288.

www.lamascota.com

www.perrosamigos.com

(Artículo publicado el 21 de julio de 2009, en la sección de Mascotas, página 6 de Ciudadanos. El Nacional, Caracas, Venezuela).


martes, 22 de febrero de 2011

El Estambul de Orhan Pamuk




El escritor, primer turco en obtener el Nobel de Literatura, traza para los lectores-visitantes, una cartografía de las calles, palacios, mezquitas, baños turcos y bazares de su enigmática ciudad natal




ANTONIO POLITANO

La Repubblica

Versión: MARIELA DIAZ ROMERO

Una ciudad es un organismo vivo y en las manos de un escritor puede convertirse en un personaje de fibra poética. Así sucede con Estambul en la mirada de Orhan Pamuk, ganador del Premio Nobel de Literatura en 2006.

Él convierte a su ciudad natal en escenario de muchas de sus obras y núcleo, en particular, de Estambul, ciudad y recuerdos, libro de memorias a la vez que reconstrucción histórica; doble retrato: de la compleja ciudad -heredera de la gloria de Bisanzio y Constantinopla, alegoría del exotismo- hoy megalópoli de 20 millones de habitantes y centro existencial del escritor que, salvo por motivos de estudios, nunca ha salido de ella.

Historia de un lugar y de sí mismo, autobiografía geográfica que tiene sus raíces en la infancia y en la adolescencia del hijo de una familia acomodada del elegante barrio de Nisanti, donde aún existe junto a la mezquita de Tesvikiye, el Palacio Pamuk.

La suya es una Estambul lejana de la postal, de las proyecciones de los extranjeros; más bien es una ciudad nutrida por las cicatrices y paisajes del pasado. A esta urbe la atraviesa un sentimiento de tristeza y melancolía que nace del sentido de fracaso heredado del imperio otomano, de la decadencia de las metrópolis modernizadas caóticamente.

Estambul está en el cruce de los continentes (Europa en la orilla oeste, Asia al este); si bien hoy es la Babel cosmopolita del pasado, muchos de sus habitantes continúan teniendo un pie en una cultura y el otro en una muy distinta. No es importante precisar si se trata de Oriente o de Occidente, y cómo se compenetran un lado con el otro.

Estambul es un unicum, una mezcla milenaria. Pamuk ofrece una contra-guía de Estambul. El atractivo de su ciudad permanece bajo un trazado secreto. Ciertamente él ama las mezquitas, los panoramas de la vieja ciudad dominada por espectaculares skylines, el juego de luces entre las cúpulas y los "minaretes", el río Bósforo, el Corno de Oro y el mar de Mármara.

El suyo es un homenaje al centro histórico, en el que se encuentran muchas obras antiguas e imponentes de cuya belleza y luminosidad depende la fuerza de Estambul: los templos imperiales, Suleymaniye (la mezquita del sultán Solimán II el Magnífico, creada por el Miguel Angel turco, el arquitecto Sinan Hoga); Sultanhamet y la misma Santa Sofía, la mayor iglesia de la cristiandad transformada en mezquita después de la Conquista de 1453; el palacio del sultán de Topkapi, el símbolo más ostentoso del imperio otomano; el Gran Bazar.

Pamuk sugiere practicar no solamente el rito de la contemplación; pasearse por la ciudad y dejar espacio a la exploración sin prisa. Tal como le sucedió cuando llevó a su primera novia, una joven llamada Rosa Negra, al barrio viejo, en el que aquellos ojos habituados a las zonas más pudientes de la ciudad descubrieron lugares inéditos. Hoy entiende por qué algunas parejas de turistas se fotografían en los jardines entre la mezquita Azul y Santa Sofía, como si estuviesen visitando un mundo nuevo.

No escapan a las páginas de Pamuk los conventos de los dervisci, en el monasterio Mevlevi de Galata se puede ver una muestra de la sema, su danza-oración; los hamah (históricos baños turcos de los cuales se pueden visitar Cemberlitas y Cagaloglu); los bazares, paradas obligadas para el visitante. Uno de ellos es el Gran Bazar, en el que se pueden buscar miniaturas; además de los mercados de libros antiguos y de especies. Pamuk toma de la mano a su lector-visitante y lo lleva hasta las murallas de Teodosio; las pequeñas mezquitas; lo hace visitar las iglesias bizantinas en ruinas (cómo dejar de incluir la Chora, aquellos museos que detrás de sus muros anónimos esconden una magnífica concentración de mosaicos y frescos); subir cuestas empedradas; descansar en plazas olvidadas; avizorar las casas de madera aún en pie como las de Fatih o Cihangir, frecuentemente arrasadas por las llamas y muchas de ellas actualmente sustituidas por palacios de cemento; admirar las villas construídas por la élite otomana a lo largo de la ribera del Bósforo. Y, sobre todo, Pamuk celebra continuamente el Bósforo: ese estrecho de mar que divide la parte asiática de la parte europea de Turquía, y por ende divide en dos a la ciudad de Estambul. Su cauce estrecho, de 32 kilómetros de largo es "el mejor punto de observación de la ciudad", tantas veces navegado por el escritor en paseos dominicales, escapadas adolescentes, en caminatas con amigos y amantes. Pamuk aconseja el paseo en barco que cada mañana parte desde Eminou, a las 10:30 am, y sube zigzagueando por el estrecho hasta Anadolu Kavagi, la última parada sobre la ribera asiática antes de encontrar las aguas del Mar Negro. La travesía dura cerca de cinco horas y no conviene descender si no al final, bien para retornar en autobús a través del borde asiático: hasta Kadikoy, la Calcedonia fundada por los colonos griegos, antes de Bizancio; o a Uskudar, la antigua Scutari, rica de velos y de mezquitas, construídas justo allí (en el punto de Estambul más cercano a la Meca), para ganar indulgencia en el paraíso.

El puente de Galata, que al inicio del estrecho del Bósforo une las dos orillas del lado del Corno de Oro, es para Pamuk el corazón de la ciudad; allí se condensa el tráfico, los pescadores al atardecer, los restaurantes, los vendedores ambulantes que ofrecen sándwiches de pescado a la brasa. Desde el puente de Galata comienza Beyoglu, el barrio antiguo llamado Pera, que Pamuk cita a menudo; se trata de la zona europea de Estambul; es la ciudad nueva, sobre el lado norte del Corno de Oro. Hoy se encuentra en un proceso de recalificación urbana que busca revalorizar la zona, hoy repleta de negocios y locales de moda. Longitudinalmente la atraviesa Istikal Caddesi, que fue la gran calle de Pera, que junto a la calle Taksim, han sido el centro y la plaza más grande del mundo de Pamuk: "Donde viví desde mi infancia". Por este boulevard se puede pasear y comprar. Allí se encuentra un animado mercado de especies en el que es posible degustar delicias típicas, como las brochetas de cordero, o finezas en la pastelería Markiz, de estilo Art Nouveau, un rincón parisino en la puerta de Oriente.

Cerca, en las vidrieras de la librería ubicada frente al antiguo y prestigioso liceo de Galatasary, se asoma la sonrisa de Pamuk -que celebra el primer Nobel otorgado a un escritor turco- desde el tapiz que forman las ediciones de su libro Estambul.

Información: info@turquia.com (artículo publicado el 22 de junio de 2008. Suplemento Viajes, página 10. Encartado con El Nacional, Caracas, Venezuela)



lunes, 21 de febrero de 2011

Goldfish: sutileza y fragilidad en una bola de agua


Quizás nadie pueda creer que el conocido pez Goldfish tenga un origen artistocrático. Aunque deriva de la especie llamada carpa crucial o carassius carassius, hace más de mil años los chinos empezaron a cultivarlos. Su cría estaba reservada a miembros de la realeza china, que los mantenían en envases de cerámica.

Posteriormente, se les desarrolló en estanques que rodeaban los jardines reales, lo cual facilitó su reproducción. El camino que ha recorrido el goldfish criado en las dinastías chinas ha sido muy largo, hasta derivar en los hermosos ejemplares que actualmente se consiguen por doquier. En el siglo XII los japoneses también desarrollaron su crianza.

Fue en el siglo XVIII que el goldfish se dio a conocer en Europa, específicamente en países como Inglaterra, Portugal, Holanda y Francia, donde se introdujo este pececito como artículo de moda y objeto de regalo. En el siglo XIX, el goldfish llegó a Estados Unidos, donde se desarrolló una especie 100% norteamericana, llamada "cometa".

De millonario a mendigo
Pero ¿qué hace a este pez ser tan particular? Sin duda existen características que le dan la posibilidad de ser la mascota que todos quieren tener. De acuerdo con el site www.elgoldfish.com se trata de un ejemplar pacífico y omnívoro, cuyo tamaño (según la variedad) puede ser de 15 a 30 centímetros. Es uno de los peces más vendidos en el mundo entero.

Aunque su nombre, goldfish, quiere decir pez dorado, en las tiendas de acuario es posible conseguir algunas de las 125 variedades más conocidas. Generalmente cuando se habla de goldfish se hace en singular, pero la belleza radica en que existen muchas clases distintas, en las que se dan variaciones en cuanto a los ojos, la cabeza, las escamas, los opérculos (que son las tapaderas de las agallas), las aletas caudales y las coloraciones.

Sin ánimos de nombrar todas las clasificaciones, es interesante conocer que en cuanto a tipos de cabezas es posible encontrarlas planas; orandas (tienen un crecimiento en la parte superior similar a una corona); orandas cabeza de león; pompón (se trata de un protuberancia en la parte nasal).

Las escamas pueden ser perla (de forma semiesférica), transparentes o metálicas (brillantes). Uno de los tipos más extraños de opérculos es el llamado inverso. Se dice que es una de las tipologías chinas más recientes; el borde tiene un doblez que deja las branquias a la vista. Las aletas caudales le dan gracia al verlo nadar en su acuario. La llamada larga o cola de velo abarca las dos terceras partes del pez.

La bifurcada, con una "v" pronunciada, distingue al goldfish cometa; el telescopio tiene la aleta en forma de mariposa, mientras que otros la tienen como un abanico. Otra variedad es la phoenix: doble, larga y grande. El porqué de la singularidad de las distintas coloraciones, según el site www.elgoldfish.com, depende de las circunstancias en las que vivan estos pescaditos. Se dice que la composición del agua, la temperatura, la dieta y la genética afectan a las células pigmentarias, que son de dos tipos: xantoformas y melanoforas.

Los goldfish de tonos rojizos tienen gran cantidad de células xantoformas y ausencia de melanoforas. Mientras que en aquellos de tonos azules y negros abundan las melanoforas y no existen las xantoformas. Aunque los monocromáticos son los más populares, también se les puede hallar bicolores (la más popular es la combinación rojiblanca); también están los cálicos, de fondo blanco con manchas de colores; los mate carecen de tejido reflector lo que les da una apariencia rosa.

Además del tan buscado anaranjado o amarillo (gold), también están disponibles en color café, verde, azul, negro, rojo y blanco. Cuidados necesarios. Quien desee mantener en casa a uno o unos de estos preciados pececillos debe documentarse acerca de las condiciones idóneas para su supervivencia.

El site www.elgoldfish.com ofrece algunas reglas indispensables que es conveniente conocer antes de ponerlo a nadar sin más en la consabida pecera redonda o bol transparente.

Cuidados indispensables
Al contrario de lo que se piensa, el goldfish necesita espacio para vivir. Así que por cada pez mediano se deben utilizar 35 litros de agua. Por lo tanto, no es aconsejable sobrepoblar el acuario. Otra de las máximas consiste en no sobrealimentarlos. Darles lo que puedan comer en dos minutos.

Si bien en las tiendas especializadas se consigue alimento comercial, cada tanto es bueno nutrirlos con alimento vivo. Los cambios de agua parciales, que se deben hacer una vez a la semana, no deben ser superiores al 20% de la cantidad de líquido. Se recomienda no mezclarlos con peces tropicales.

Los goldfish son mucho más delicados que otras especies, y cambiar sus condiciones de vida les puede causar estrés y enfermedades. En suma, el goldfish necesita ciertos cuidados esenciales para su supervivencia como altos niveles de oxígeno, dieta balanceada y una temperatura en el acuario de entre 15 y 22 grados centígrados.

(Artículo publicado en El Nacional, Caracas, Venezuela, el 28 de abril de 2009, en la sección Mascotas, página 7 de Ciudadanos).