jueves, 10 de febrero de 2011

Desafíos que pueden llegar a ser peligrosos

El "costo" de ser el primero de la clase

Nadie duda de las bondades de la estimulación infantil, pero qué sucede cuándo los padres exigen demás a sus hijos y les imponen una carga excesiva de actividades bajo la excusa de que ellos deben ser los mejores
MARIELA DIAZ ROMERO

Cuando Manuela nació, sus padres -orgullosos, felices, y quizás confundidos- la paseaban en brazos susurrándole: "Seré una triunfadora, seré una triunfadora". ¿Cuáles son los padres que no desean que sus hijos sean exitosos en la vida? Seguramente en ello invertirán sus energías, los estimularán desde el vientre materno, los llevarán al baby gym de moda, los inscribirán en varias actividades como fútbol, natación y música, o danza, inglés y karate; los matricularán en la institución educativa más costosa... Pero ¿qué pasaría si estos niños no muestran los resultados esperados? ¿Si no son los primeros de la clase ni campeones deportivos? ¿Si no han logrado aprender ese segundo idioma que les abrirá las puertas del éxito?

De la estimulación a la sobre estimulación sólo hay un paso, y las consecuencias podrían ser nefastas para el desarrollo del infante. Entre ambos conceptos existen claras diferencias. Cinco especialistas en educación, psicología y psicoanálisis, cuyas prácticas en estas disciplinas han abordado también el tratamiento a niños, explican los peligros que acechan con una excesiva estimulación.

Despiertos desde chiquitos
Cualquier palabra, gesto o acción que despierte la atención deun niño recién nacido es estimulante. De acuerdo con Carolina Micha, especialista en desarrollo infantil, cuyas reflexiones se encuentran en www.planetamama.com.ar, "estimularlo (al bebé) es brindarle situaciones que lo inviten a poner en marcha sus funciones (...) a través de los sentidos y a ir superando pequeños desafíos acordes a su etapa de desarrollo". Entendido de esta manera la estimulación está dirigida a garantizar el desarrollo de las potencialidades intelectuales, socio-emocionales y biopsicomotoras del niño.

"La sobre estimulación tiene que ver más con una angustia de los padres de darle todo a su bebé, esperando que adquiera ciertos logros que tienen que ver con expectativas que vienen desde la sociedad. Como resultado lo sobrecargan de estímulos, lo cual no implica necesariamente un crecimiento anticipado", reflexiona Micha.

A juicio de Mireya Durán, profesora universitaria especialista en temas de Educación y Psicología, el perjuicio no está en brindarle información al niño sino en que los padres quieran poner a competir a su hijo intelectualmente con otros niños, para que sean los mejores en todo. Lo negativo radica en ponerlo a competir por competir antes que para alcanzar su propio desarrollo. A su juicio esta competencia es una demanda del propio yo de los padres. "Existen padres que, por ejemplo, van a un juego de fútbol de su hijo y no dejan de enfatizarle la importancia de ganar, pero si el niño no gana sienten una frustración personal y la trasladan a él. Esto trae como resultado grandes ansiedades e incluso enfermedades psicosomáticas: niños que se comen las uñas, que se les cae el cabello o tienen llantos incontrolados".

La psicóloga infantil Ana Belén García reflexiona: "El problema está -como en todo- al traspasar esa fina línea de la estimulación y el exceso, como padres siempre deseamos lo mejor y por eso me paso de esa rayita".

La consecuencia es un niño irritable "porque está bombardeado desde el momento de la concepción y no ha tenido una pausa para conocerse a sí mismo, sino que constantemente está respondiendo a una estimulación. Ese límite es diferente para cada persona, hay niños que necesitan más, otros menos, y los padres a veces no nos damos cuenta porque no observamos cuál es la respuesta del niño".

Bueno es cilantro pero no tanto
Cuando los padres de la recién nacida Manuela le susurraban al oído que ella sería una triunfadora, la estaban modelando de acuerdo con las exigencias de una época dominada por premisas como éxito y productividad. Lucía Dragonetti, psicoanalista de orientación lacaniana, considera que esta sobrecarga de estímulos transmite de alguna forma los ideales de una era, la de los triunfadores, "los productivos: sujetos que le sacan provecho a lo que hacen, esos son los ideales del tiempo que vivimos. Habría qué preguntarse si eso es lo que quiere el sujeto; desde el psicoanálisis todo lo vemos desde la particularidad, no hay una receta, pero con el auge de la productividad parece que hemos llenado de muchas actividades a nuestros niños y desde la perspectiva de la crítica hemos hecho de estos unos sujetos limitados por esos ideales, en el sentido de que están limitados al concepto que otro tiene sobre lo que él debe ser, es decir, limitado por lo que el otro (en este caso los padres) dice que es lo que debe ser un niño: triunfador, productivo. Pero ¿eso es lo que un niño debe ser?".

Otra advertencia que refiere Durán es la necesidad de que el niño cumpla su edad específica. A pesar de que el desarrollo social puede adelantar el desarrollo cognitivo, las etapas de madurez hay que respetarlas. Por ejemplo, un niño que tiene 5 años no debería estar en primer grado, debería estar a los 7 años, según las etapas de desarrollo que describió Jean Piaget.

A los 5 años, el niño juega y obviamente cuando llegue a la escuela lo seguirá haciendo. Pero los padres le van a pedir más sin tomar en cuenta su nivel de madurez. "Un niño a los 5 años monta tacos, arma, juega con plastilina, construye, mientras que en primer grado existe la responsabilidad de la lectoescritura".

La psicóloga Carolina Micha explica el niño percibe la exigencia, que no puede cumplir, y esta situación le genera inseguridades y dependencia porque no puede aprender a su tiempo. Promover a un niño a grados escolares superiores a su nivel de madurez y edad no es estimulación, considera Durán.

Los estímulos no deben crear en el niño malestar, ansiedad o frustración, explica Rosina Uriarte, del Centro Bilingüe de Estimulación Temprana Brisbane, en su blog http://estimulaciontemprana.fullblog.com.ar. "Todo lo contrario, la estimulación debe buscar alimentar la autoestima del niño, ayudándole a que se conozca a sí mismo, confíe en sus habilidades y sepa dónde están sus límites".

Hacia dónde vamos
Lucía Dragonetti ofrece una pista acerca de cuáles salidas existen para los pequeños sobrecargados. "Los niños necesitan un espacio para sus juegos y eso es lo que muchas veces no les dejamos, el juego es para el niño lo que es el pensamiento para el adulto. En medio de ese auge de la productividad, es peligroso hacer de los niños geniecillos que hacen infinidad de actividades, que no tienen un ratico para jugar y fantasear; es cierto que hay actividades que les pueden gustar más de acuerdo con sus talentos y gustos porque ahí está puesta su líbido, su deseo, pero cuando eso se vuelve absorbente, que no les deja tiempo para ser niños es cuando se generan los problemas".

Ana Belén García refiere que esta sobrecarga de estímulos, además de irritarlos, podría generar situaciones conductuales cuyos diagnósticos errados complican la situación. Muchos niños van a su consulta porque, supuestamente, sufren del "famoso Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad; ese es un término que parece que es talla única y le sirve a todos. Pero al indagar, no existe. A veces lo que pasa es que el niño está aturdido con tantas estimulaciones".

Dragonetti coincide en que el llamado Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad "es una etiqueta que se diagnostica fácilmente por cualquiera; y probablemente lo que sucede es que el niño está tan cargado de actividades que no atiende ninguna; la actividad motora es una manera de drenar la sobrecarga y la angustia que significa tanta exigencia". García agrega otras consecuencias que se manifiestan emocionalmente como los problemas de autoestima y estrés. "Cuando trazamos los indicadores de qué es ser el mejor observamos que un niño puede tener las mejores notas o ser el mejor deportista, pero los padres no evalúan cómo está en el colegio con sus amigos o si el niño realmente está haciendo lo que quiere. Es ahí cuando nos encontramos con adultos brillantes pero solitarios, que nunca se ocuparon de sus sentimientos, de sus emociones, de las relaciones, de darle valor a las cosas humanas".

A juicio de Mireya Durán, a los padres les corresponde bajar los niveles de ansiedad. "Pensar que la influencia que están dando al niño no debe ser lo que a él como padre le habría gustaría ser; el niño debe desarrollarse dentro de la normalidad, estimularlo pero sin olvidar que juega, explora, patalea, llora porque tiene emociones, y que irá desarrollando etapas, pero el desarrollo de la habilidad es del niño y del joven, no del padre".

Información
www.planetamama.com.ar
http://estimulaciontemprana.fullblog.com.ar
Contactos
Mireya Durán, educadora. Email: mar_duran@hotmail.com
Lucía Dragonetti, psicoanalista. Email: lucia.dragonetti@gmail.com
Ana Belén García, psicóloga infantil

Artículo publicado en El Nacional (Caracas, Venezuela) el 08 de julio de 2008