Mariela Díaz Romero
En el cementerio de Montparnasse, una “tranquila criatura” vigila el sueño eterno del escritor argentino Julio Cortázar. Hay quien asegura que es un cronopio. Lo cierto es que hasta aquí, al pie de su osario, llegan viajeros de todas partes del mundo para expresar su admiración por el autor de Rayuela, novela en la que Cortázar dejaría grabadas sus impresiones de la ciudad en la que vivió y murió.
Incluso habrá quien haya vislumbrado en una de sus caminatas al borde del Sena, esa “luz de ceniza y oliva que flotaba sobre el río” a través de la que el protagonista de Rayuela divisaba a la mítica Maga, que llegaba a su encuentro en el Pont des Arts.
Montparnasse convoca también a otros amantes-escritores como Jean Paul Sartre y Simone de Beauvoir, quienes eran asiduos visitantes de sus cafés para explayar sus controvertidas tertulias. Porque París, la llamada ciudad luz, capital de Francia, deslumbra con sus rincones impregnados de recuerdos, con las presencias inalterables de los personajes que le dieron vida, con su arquitectura aquilatada por los grandes diseñadores y por el paso del tiempo.
Pasear por la ribera del Sena es un clásico que nadie debe perderse. Dayana Figarella, una viajera rendida a los pies de la capital francesa, afirma: “El perfil de la ciudad tiene aquí un encanto inconfundible que surge de la mezcla de azules y grises pálidos del agua y el cielo junto a los amarillos del otoño que bordean el embarcadero”. Una de sus calles conduce a la joya de la arquitectura gótica, la catedral de Notre Dame, o Nuestra Señora de París, cuya construcción se inició en 1163 por el obispo Maurice de Sully, y concluyó en 1365. Sus 5 naves y 37 capillas cuentan con la iluminación que les dan los tres rosetones de 13,5 metros de diámetro cada uno, además de las 113 vidrieras.
Caminando río arriba es posible llegar al Museo del Louvre. El que un día fue el suntuoso palacio del rey sol, Luis XIV, el Louvre, fue inaugurado el 8 de noviembre de 1793 como museo en plena Revolución Francesa. Hasta 1870 estuvo unido al Palacio de las Tullerías; en 1989 se alzó la pirámide de cristal que funciona como antesala al museo, la cual fue proyectada por Leoh Ming Pei. El Louvre junto al Centro Georges Pompidou, el Museo de Orsay y el Museo Rodin conforman un recorrido de lujo para los amantes del arte.
Mientras el Centro Georges Pompidou está dedicado al arte contemporáneo, el Museo de Orsay es peculiar por haberse concebido en una olvidada estación de ferrocarriles. Pone de relieve obras del impresionismo. El año pasado, del 15 de abril al 20 de julio, el Museo de Rodin ofreció una amplia retrospectiva de la escultora Camille Claudel, con quien Rodin vivió un profundo romance. La muestra, además de las obras esenciales de Claudel, mostró la correspondencia de los amantes así como fotografías de época.
Con sabor a bohemia y libertad
Si lo que se desea es perderse por viejas y estrechas calles buscando pintores al aire libre, cafecitos llenos de encanto donde sorber un buen café au lait o una crépe en alguna patisserie de tradición, ese lugar es Montmartre. En sus calles palpita el mito del París decimonónico, adonde llegaron creadores de todas partes del mundo detrás de la inspiración y la joie da vivre. Quizás pocos lo encontraron; quedan no obstante algunos testimonios de la vida nocturna que reverberaba en cabarets al estilo Moulin Rouge y Folies, que fueron inmortalizados por Toulosse-Lautrec en sus carteles, donde sobrevive la belleza decandente de las trouppe de bailarinas de mademoiselle Eglantine.
Para subir hasta la colina donde está enclavado el Sacré Coeur (la basílica del Sagrado Corazón) hay que tener piernas fuertes y el corazón abierto. La medalla después del esfuerzo es contemplar plácidamente una vista encantadora de París... o de la ciudad anónima que se crea al compás de las miles de lenguas que aquí se dejan escuchar.
Corazón joven
Incluso habrá quien haya vislumbrado en una de sus caminatas al borde del Sena, esa “luz de ceniza y oliva que flotaba sobre el río” a través de la que el protagonista de Rayuela divisaba a la mítica Maga, que llegaba a su encuentro en el Pont des Arts.
Montparnasse convoca también a otros amantes-escritores como Jean Paul Sartre y Simone de Beauvoir, quienes eran asiduos visitantes de sus cafés para explayar sus controvertidas tertulias. Porque París, la llamada ciudad luz, capital de Francia, deslumbra con sus rincones impregnados de recuerdos, con las presencias inalterables de los personajes que le dieron vida, con su arquitectura aquilatada por los grandes diseñadores y por el paso del tiempo.
Pasear por la ribera del Sena es un clásico que nadie debe perderse. Dayana Figarella, una viajera rendida a los pies de la capital francesa, afirma: “El perfil de la ciudad tiene aquí un encanto inconfundible que surge de la mezcla de azules y grises pálidos del agua y el cielo junto a los amarillos del otoño que bordean el embarcadero”. Una de sus calles conduce a la joya de la arquitectura gótica, la catedral de Notre Dame, o Nuestra Señora de París, cuya construcción se inició en 1163 por el obispo Maurice de Sully, y concluyó en 1365. Sus 5 naves y 37 capillas cuentan con la iluminación que les dan los tres rosetones de 13,5 metros de diámetro cada uno, además de las 113 vidrieras.
Caminando río arriba es posible llegar al Museo del Louvre. El que un día fue el suntuoso palacio del rey sol, Luis XIV, el Louvre, fue inaugurado el 8 de noviembre de 1793 como museo en plena Revolución Francesa. Hasta 1870 estuvo unido al Palacio de las Tullerías; en 1989 se alzó la pirámide de cristal que funciona como antesala al museo, la cual fue proyectada por Leoh Ming Pei. El Louvre junto al Centro Georges Pompidou, el Museo de Orsay y el Museo Rodin conforman un recorrido de lujo para los amantes del arte.
Mientras el Centro Georges Pompidou está dedicado al arte contemporáneo, el Museo de Orsay es peculiar por haberse concebido en una olvidada estación de ferrocarriles. Pone de relieve obras del impresionismo. El año pasado, del 15 de abril al 20 de julio, el Museo de Rodin ofreció una amplia retrospectiva de la escultora Camille Claudel, con quien Rodin vivió un profundo romance. La muestra, además de las obras esenciales de Claudel, mostró la correspondencia de los amantes así como fotografías de época.
Con sabor a bohemia y libertad
Si lo que se desea es perderse por viejas y estrechas calles buscando pintores al aire libre, cafecitos llenos de encanto donde sorber un buen café au lait o una crépe en alguna patisserie de tradición, ese lugar es Montmartre. En sus calles palpita el mito del París decimonónico, adonde llegaron creadores de todas partes del mundo detrás de la inspiración y la joie da vivre. Quizás pocos lo encontraron; quedan no obstante algunos testimonios de la vida nocturna que reverberaba en cabarets al estilo Moulin Rouge y Folies, que fueron inmortalizados por Toulosse-Lautrec en sus carteles, donde sobrevive la belleza decandente de las trouppe de bailarinas de mademoiselle Eglantine.
Para subir hasta la colina donde está enclavado el Sacré Coeur (la basílica del Sagrado Corazón) hay que tener piernas fuertes y el corazón abierto. La medalla después del esfuerzo es contemplar plácidamente una vista encantadora de París... o de la ciudad anónima que se crea al compás de las miles de lenguas que aquí se dejan escuchar.
Corazón joven
Un encuentro inevitable es el que conduce hasta el boulevard Saint Michel y el Quartier Latin (Barrio Latino). Era un café de la place Saint Michel el que solía frecuentar Ernest Hemingway durante los años de bohemia literaria, la década de los 20, que pasó en París, y que cuenta en su libro París era una fiesta.
En esta zona las boulangerie están a la orden del día. El viajero deseoso de probar bocadillos de la cocina francesa encontrará en éstas una opción para bajos presupuestos.
El Quartier Latin, que debe su nombre a las comunidades de estudiantes que allí habitaron durante la Edad Media y que se comunicaban en latín, conserva su aire estudiantil: en sus predios se erigen algunos de los edificios de la Universidad de La Sorbona. Es interesante recorrer en esta zona el Panteón, el teatro del Odéon y el museo y el jardín de Luxemburgo, donde Hemingway solía pasear con la también escritora Gertrude Stein.
Exquisiteces parisinas
Otras caminos conducen irremediablemente a lugares emblemáticos de la ciudad como el Arco de Triunfo, situado en la Place de l’Etoile (plazas de las Estrellas) y los Campos Elíseos. Con sus 50 metros de altura y 45 metros de ancho, este Arco de Triunfo es el segundo más grande del mundo. Napoleón Bonaparte ordenó su construcción en 1806 luego de alcanzar la victoria de Austerlitz. Cada uno de sus cuatro pilares representan ideales del pueblo francés: la resistencia, el triunfo, la paz y la marsellesa (su himno). Luego es posible continuar el recorrido por la inmensa avenida de los Campos Elíseos: bulliciosa, plena de personas que disfrutan su vivacidad a cualquier hora del día, pero sobre todo en la noche. Cafés, terrazas, discotecas, restaurantes, cines, tiendas de alta costura y de diseñadores renombrados, hacen de esta avenida el lugar perfecto para encontrar el verdadero sentido del glamour.
Cierra este recorrido la visita a la Torre Eiffel , ícono parisino por excelencia. Situada frente a Trocadero y junto al jardín Campo de Marte, la torre que en 1889 diseñó para la Exposición Universal el ingeniero francés Gustave Eiffel se eleva a 324 metros. Ya sea a través de escaleras o ascensor, tocar su último piso es alcanzar un skyline inolvidable de la ciudad.
Datos vitales
Cómo llegar
Air France: 0800 1004949.
Dónde dormir
En París existen opciones para todos los bolsillos. No obstante, los hoteles suelen ser bastante costosos. Una posibilidad de conseguir alojamiento a precios asequibles es buscar los llamados B&B (bed and breakfast), que ofrecen hospedarse en una habitación en casa de una familia. Incluye desayuno y además invalorables consejos de los dueños de casa. Más información en la página web de la oficina de turismo de París.
Imperdibles
-Cena a la luz de las velas por el Sena. Incluye navegación de tres horas en barco de la Marina de París; guía; traslado; menú que incluye entrada, plato principal, queso y postre. Bebidas aparte.
-Admirar los colores de Notre Dame. Usualmente en verano es posible disfrutar del caleidoscopio que proyectan los rosetones de la catedral ubicada en la Ile de Cite.
-Visitar la casa de Nicolás Flamel. Fue construida en 1407, se dice que es una de las más antiguas de la ciudad. Aquí vivió el personaje que Harry Potter y sus amigos buscan incansablemente en La piedra filosofal: el alquimista que logró cambiar el plomo en oro, y cuya leyenda aún palpita en el número 51 de la calle Montmorency.
-La librería Shakespeare and Company. Situada en el 12 de la rué de l’Odéon, fue en los años 20 del siglo XX, biblioteca circulante además de librería. En su primera visita y a pesar de que no tenía dinero para pagar el préstamo, Hemingway se llevó ejemplares de Turguéniev, D.H.Lawrence y Dostoievsky.
-Tomarse una foto en la rue del Chevalier de la Barre. ¿Quién no ha soñado con subir al Sagrado Corazón por la empinada calle con el pasamanos en el centro? La calle del Chevalier de la Barre se mantiene exclusivamente peatonal y conserva su aspecto original, sus escaleras irregulares y con adoquines en los escalones.
(Artículo publicado en SBA Report, en 2009).
En esta zona las boulangerie están a la orden del día. El viajero deseoso de probar bocadillos de la cocina francesa encontrará en éstas una opción para bajos presupuestos.
El Quartier Latin, que debe su nombre a las comunidades de estudiantes que allí habitaron durante la Edad Media y que se comunicaban en latín, conserva su aire estudiantil: en sus predios se erigen algunos de los edificios de la Universidad de La Sorbona. Es interesante recorrer en esta zona el Panteón, el teatro del Odéon y el museo y el jardín de Luxemburgo, donde Hemingway solía pasear con la también escritora Gertrude Stein.
Exquisiteces parisinas
Otras caminos conducen irremediablemente a lugares emblemáticos de la ciudad como el Arco de Triunfo, situado en la Place de l’Etoile (plazas de las Estrellas) y los Campos Elíseos. Con sus 50 metros de altura y 45 metros de ancho, este Arco de Triunfo es el segundo más grande del mundo. Napoleón Bonaparte ordenó su construcción en 1806 luego de alcanzar la victoria de Austerlitz. Cada uno de sus cuatro pilares representan ideales del pueblo francés: la resistencia, el triunfo, la paz y la marsellesa (su himno). Luego es posible continuar el recorrido por la inmensa avenida de los Campos Elíseos: bulliciosa, plena de personas que disfrutan su vivacidad a cualquier hora del día, pero sobre todo en la noche. Cafés, terrazas, discotecas, restaurantes, cines, tiendas de alta costura y de diseñadores renombrados, hacen de esta avenida el lugar perfecto para encontrar el verdadero sentido del glamour.
Cierra este recorrido la visita a la Torre Eiffel , ícono parisino por excelencia. Situada frente a Trocadero y junto al jardín Campo de Marte, la torre que en 1889 diseñó para la Exposición Universal el ingeniero francés Gustave Eiffel se eleva a 324 metros. Ya sea a través de escaleras o ascensor, tocar su último piso es alcanzar un skyline inolvidable de la ciudad.
Datos vitales
Cómo llegar
Air France: 0800 1004949.
Dónde dormir
En París existen opciones para todos los bolsillos. No obstante, los hoteles suelen ser bastante costosos. Una posibilidad de conseguir alojamiento a precios asequibles es buscar los llamados B&B (bed and breakfast), que ofrecen hospedarse en una habitación en casa de una familia. Incluye desayuno y además invalorables consejos de los dueños de casa. Más información en la página web de la oficina de turismo de París.
Imperdibles
-Cena a la luz de las velas por el Sena. Incluye navegación de tres horas en barco de la Marina de París; guía; traslado; menú que incluye entrada, plato principal, queso y postre. Bebidas aparte.
-Admirar los colores de Notre Dame. Usualmente en verano es posible disfrutar del caleidoscopio que proyectan los rosetones de la catedral ubicada en la Ile de Cite.
-Visitar la casa de Nicolás Flamel. Fue construida en 1407, se dice que es una de las más antiguas de la ciudad. Aquí vivió el personaje que Harry Potter y sus amigos buscan incansablemente en La piedra filosofal: el alquimista que logró cambiar el plomo en oro, y cuya leyenda aún palpita en el número 51 de la calle Montmorency.
-La librería Shakespeare and Company. Situada en el 12 de la rué de l’Odéon, fue en los años 20 del siglo XX, biblioteca circulante además de librería. En su primera visita y a pesar de que no tenía dinero para pagar el préstamo, Hemingway se llevó ejemplares de Turguéniev, D.H.Lawrence y Dostoievsky.
-Tomarse una foto en la rue del Chevalier de la Barre. ¿Quién no ha soñado con subir al Sagrado Corazón por la empinada calle con el pasamanos en el centro? La calle del Chevalier de la Barre se mantiene exclusivamente peatonal y conserva su aspecto original, sus escaleras irregulares y con adoquines en los escalones.
(Artículo publicado en SBA Report, en 2009).
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