miércoles, 11 de mayo de 2011

París es una fiesta inolvidable

La memoria se hace carne en la ciudad luz. Sus imágenes son un sueño para los viajeros del mundo entero, que ansían pisar la cuna de las crepe y de la joie da vivre

Mariela Díaz Romero



En el cementerio de Montparnasse, una “tranquila criatura” vigila el sueño eterno del escritor argentino Julio Cortázar. Hay quien asegura que es un cronopio. Lo cierto es que hasta aquí, al pie de su osario, llegan viajeros de todas partes del mundo para expresar su admiración por el autor de Rayuela, novela en la que Cortázar dejaría grabadas sus impresiones de la ciudad en la que vivió y murió.
Incluso habrá quien haya vislumbrado en una de sus caminatas al borde del Sena, esa “luz de ceniza y oliva que flotaba sobre el río” a través de la que el protagonista de Rayuela divisaba a la mítica Maga, que llegaba a su encuentro en el Pont des Arts.
Montparnasse convoca también a otros amantes-escritores como Jean Paul Sartre y Simone de Beauvoir, quienes eran asiduos visitantes de sus cafés para explayar sus controvertidas tertulias. Porque París, la llamada ciudad luz, capital de Francia, deslumbra con sus rincones impregnados de recuerdos, con las presencias inalterables de los personajes que le dieron vida, con su arquitectura aquilatada por los grandes diseñadores y por el paso del tiempo.
Pasear por la ribera del Sena es un clásico que nadie debe perderse. Dayana Figarella, una viajera rendida a los pies de la capital francesa, afirma: “El perfil de la ciudad tiene aquí un encanto inconfundible que surge de la mezcla de azules y grises pálidos del agua y el cielo junto a los amarillos del otoño que bordean el embarcadero”. Una de sus calles conduce a la joya de la arquitectura gótica, la catedral de Notre Dame, o Nuestra Señora de París, cuya construcción se inició en 1163 por el obispo Maurice de Sully, y concluyó en 1365. Sus 5 naves y 37 capillas cuentan con la iluminación que les dan los tres rosetones de 13,5 metros de diámetro cada uno, además de las 113 vidrieras.
Caminando río arriba es posible llegar al Museo del Louvre. El que un día fue el suntuoso palacio del rey sol, Luis XIV, el Louvre, fue inaugurado el 8 de noviembre de 1793 como museo en plena Revolución Francesa. Hasta 1870 estuvo unido al Palacio de las Tullerías; en 1989 se alzó la pirámide de cristal que funciona como antesala al museo, la cual fue proyectada por Leoh Ming Pei. El Louvre junto al Centro Georges Pompidou, el Museo de Orsay y el Museo Rodin conforman un recorrido de lujo para los amantes del arte.
Mientras el Centro Georges Pompidou está dedicado al arte contemporáneo, el Museo de Orsay es peculiar por haberse concebido en una olvidada estación de ferrocarriles. Pone de relieve obras del impresionismo. El año pasado, del 15 de abril al 20 de julio, el Museo de Rodin ofreció una amplia retrospectiva de la escultora Camille Claudel, con quien Rodin vivió un profundo romance. La muestra, además de las obras esenciales de Claudel, mostró la correspondencia de los amantes así como fotografías de época.

Con sabor a bohemia y libertad
Si lo que se desea es perderse por viejas y estrechas calles buscando pintores al aire libre, cafecitos llenos de encanto donde sorber un buen café au lait o una crépe en alguna patisserie de tradición, ese lugar es Montmartre. En sus calles palpita el mito del París decimonónico, adonde llegaron creadores de todas partes del mundo detrás de la inspiración y la joie da vivre. Quizás pocos lo encontraron; quedan no obstante algunos testimonios de la vida nocturna que reverberaba en cabarets al estilo Moulin Rouge y Folies, que fueron inmortalizados por Toulosse-Lautrec en sus carteles, donde sobrevive la belleza decandente de las trouppe de bailarinas de mademoiselle Eglantine.
Para subir hasta la colina donde está enclavado el Sacré Coeur (la basílica del Sagrado Corazón) hay que tener piernas fuertes y el corazón abierto. La medalla después del esfuerzo es contemplar plácidamente una vista encantadora de París... o de la ciudad anónima que se crea al compás de las miles de lenguas que aquí se dejan escuchar.

Corazón joven

Un encuentro inevitable es el que conduce hasta el boulevard Saint Michel y el Quartier Latin (Barrio Latino). Era un café de la place Saint Michel el que solía frecuentar Ernest Hemingway durante los años de bohemia literaria, la década de los 20, que pasó en París, y que cuenta en su libro París era una fiesta.
En esta zona las boulangerie están a la orden del día. El viajero deseoso de probar bocadillos de la cocina francesa encontrará en éstas una opción para bajos presupuestos.
El Quartier Latin, que debe su nombre a las comunidades de estudiantes que allí habitaron durante la Edad Media y que se comunicaban en latín, conserva su aire estudiantil: en sus predios se erigen algunos de los edificios de la Universidad de La Sorbona. Es interesante recorrer en esta zona el Panteón, el teatro del Odéon y el museo y el jardín de Luxemburgo, donde Hemingway solía pasear con la también escritora Gertrude Stein.

Exquisiteces parisinas
Otras caminos conducen irremediablemente a lugares emblemáticos de la ciudad como el Arco de Triunfo, situado en la Place de l’Etoile (plazas de las Estrellas) y los Campos Elíseos. Con sus 50 metros de altura y 45 metros de ancho, este Arco de Triunfo es el segundo más grande del mundo. Napoleón Bonaparte ordenó su construcción en 1806 luego de alcanzar la victoria de Austerlitz. Cada uno de sus cuatro pilares representan ideales del pueblo francés: la resistencia, el triunfo, la paz y la marsellesa (su himno). Luego es posible continuar el recorrido por la inmensa avenida de los Campos Elíseos: bulliciosa, plena de personas que disfrutan su vivacidad a cualquier hora del día, pero sobre todo en la noche. Cafés, terrazas, discotecas, restaurantes, cines, tiendas de alta costura y de diseñadores renombrados, hacen de esta avenida el lugar perfecto para encontrar el verdadero sentido del glamour.
Cierra este recorrido la visita a la Torre Eiffel , ícono parisino por excelencia. Situada frente a Trocadero y junto al jardín Campo de Marte, la torre que en 1889 diseñó para la Exposición Universal el ingeniero francés Gustave Eiffel se eleva a 324 metros. Ya sea a través de escaleras o ascensor, tocar su último piso es alcanzar un skyline inolvidable de la ciudad.

Datos vitales

Cómo llegar
Air France: 0800 1004949.

Dónde dormir
En París existen opciones para todos los bolsillos. No obstante, los hoteles suelen ser bastante costosos. Una posibilidad de conseguir alojamiento a precios asequibles es buscar los llamados B&B (bed and breakfast), que ofrecen hospedarse en una habitación en casa de una familia. Incluye desayuno y además invalorables consejos de los dueños de casa. Más información en la página web de la oficina de turismo de París.

Imperdibles
-Cena a la luz de las velas por el Sena. Incluye navegación de tres horas en barco de la Marina de París; guía; traslado; menú que incluye entrada, plato principal, queso y postre. Bebidas aparte.
-Admirar los colores de Notre Dame. Usualmente en verano es posible disfrutar del caleidoscopio que proyectan los rosetones de la catedral ubicada en la Ile de Cite.
-Visitar la casa de Nicolás Flamel. Fue construida en 1407, se dice que es una de las más antiguas de la ciudad. Aquí vivió el personaje que Harry Potter y sus amigos buscan incansablemente en La piedra filosofal: el alquimista que logró cambiar el plomo en oro, y cuya leyenda aún palpita en el número 51 de la calle Montmorency.
-La librería Shakespeare and Company. Situada en el 12 de la rué de l’Odéon, fue en los años 20 del siglo XX, biblioteca circulante además de librería. En su primera visita y a pesar de que no tenía dinero para pagar el préstamo, Hemingway se llevó ejemplares de Turguéniev, D.H.Lawrence y Dostoievsky.
-Tomarse una foto en la rue del Chevalier de la Barre. ¿Quién no ha soñado con subir al Sagrado Corazón por la empinada calle con el pasamanos en el centro? La calle del Chevalier de la Barre se mantiene exclusivamente peatonal y conserva su aspecto original, sus escaleras irregulares y con adoquines en los escalones.
(Artículo publicado en SBA Report, en 2009).

lunes, 9 de mayo de 2011

Melendi en el Forum de Valencia



“Volvamos a empezar” es el título del más reciente trabajo discográfico del cantautor español, que mostrará su lado más rockero en esta gira

Mariela Díaz Romero


Venezuela espera a Melendi. Y es que el público local tendrá la oportunidad de volver a apreciar en escena el “duende” del artista asturiano los próximos 19 de mayo, en Caracas, en el Anfiteatro del Sambil, y el 21 de mayo, en el Forum de Valencia.
A través del hilo telefónico, la voz de Ramón Melendi Ospina se siente calmada, a pesar de que ha tenido varias llamadas de prensa internacional. Cuesta relacionar esta voz dulce con la que sale de la garganta del rockero cuando en la canción “Mi Ley”, una de las que integra su último disco “Volvamos a empezar”, no vacila en cantar: “Lucho por la gente que todavía me escucha…/ Lucho por vosotros que sois mis guerreros y venís aquí pa’ levantar vuestros mecheros…/ Mi ley es que no tengo ley/ Yo soy mi propio rey/ Esa es mi única ley”.
Compositor, cantante y arreglista de todas sus producciones, Melendi aseguró tener ganas de regresar a Venezuela. La recepción del público venezolano ha sido para él una grata sorpresa, por eso ahora su gira incluye Valencia. Este disco, “Volvamos a empezar”, es como él afirmó más rockero. La guitarra flamenca se ha dejado de lado, mas no el estilo inconfundible de Melendi. Sus canciones, que ahondan en las penas, en los altibajos de la vida, en el desamor, en la tristeza y en la lucha de vivir siguen cautivando. Al respecto dijo que siempre consigue expresarse mejor a través de esos temas, de las cosas drásticas, pero ello no destierra el “duende” que supo sacar a relucir en las producciones anteriores, y ahora está presente en la cadencia rockera de guitarras y batería.
Además de Venezuela, Melendi estará en México y Colombia, porque para cualquier artista hispano el público de Latinoamérica es muy importante, afirmó el cantante. Desde hace mes y medio, algunos de los temas de “Volvamos a empezar” ya se escuchan en España. Después de América Latina visitará algunos países de Europa, como Bélgica.

Verano que suena
Entre los hits del verano español, ya Melendi es uno de los cantautores que ha logrado alcanzar un lugar entre los temas del “top ten”. Este año aún no han definido el tema que lanzarán en verano porque —dijo Melendi— se están concentrando en la gira internacional.
Para la producción de “Volvamos a empezar” contó con la participación del productor José Castro “Jopi”, en la grabación del álbum. El disco está formado por 12 temas, más un “gost track”.
Con el disco anterior, “Curiosa la cara de tu padre”, el cantautor asturiano consiguió en diciembre de 2008 el Premio 40 Principales al Mejor Solista Masculino.
La crítica especializada ha expresado acerca de “Volvamos a empezar” que refleja su crecimiento como músico, compositor e intérprete, y en el que “da rienda suelta a una lírica que dibuja el lenguaje y pulso de la calle”.
Los interesados podrán informarse sobre el costo de las entradas en http://www.tuticket.com/, www.emporiogroup.com y a través de la cuenta Twitter @EmporioGroup.


(Publicado el 10 de mayo de 2011 en El Carabobeño).














Eight Street: la calle de la gente feliz

Hace varias décadas los cubanos llegaron a Miami para hacer de esta ciudad su nuevo hogar. Hoy en día, La Pequeña Habana —como se le conoce a la calle 8— es una muestra del carácter alegre y relajado de este pueblo que ha sumado otras nacionalidades latinoamericanas en este mosaico multicolor

Mariela Díaz Romero




Sólo un latinoamericano, un caribeño, como Héctor Lavoe, podía haber cantado el coro de aquella canción que decía: “Vivir sin sentir vergüenza de vivir feliz…”. Si algún pueblo del mundo se jacta de esta condición es el gentilicio latinoamericano, que ha llevado su alegría, su desparpajo y su salero allí adonde por diversas causas le ha tocado ir. La calle 8 de Miami, mejor conocida como Pequeña Habana o Little Havana es una muestra de ello.

Ubicada entre la calle 12 y la avenida 27, en el condado de Miami-Dade, Eight Street tiene una historia que se remonta a la década de los 50, específicamente al año 1959 cuando esta ciudad fue el destino elegido de los cubanos que debieron emigrar de su país en el momento que la Revolución Cubana llegó al poder. Muchas de las familias pudientes que hacían vida en la isla mientras estuvo bajo la dictadura de Fulgencio Batista debieron salir hacia un exilio, que persiste hoy en día.

Esta circunstancia hizo de la capital de la Florida, según cifras del censo norteamericano para el año 2008, la cuarta ciudad más poblada de Estados Unidos, con 5,4 millones de habitantes. De éstos, 34,1% son cubanos. Asimismo, según un estudio realizado por el Programa para el Desarrollo de las Naciones Unidas, es la primera ciudad del mundo con mayor cantidad de residentes nacidos fuera del territorio, seguida por Toronto, Canadá. No obstante, Eight Street es hoy en día una mixtura de inmigrantes que han llegado desde todos los rincones de Latinoamérica: Nicaragua, Haití, Honduras, República Dominicana, Colombia, Venezuela… para llenarla de alegría de vivir, cálida diversión y sabor tropical.

Carnaval
Uno de los eventos más esperados por todos los latinoamericanos de Estados Unidos es el popular y concurrido Carnaval de la Calle 8. Por una semana del mes de marzo, millones de personas se gozan la fiesta del Rey Momo que, a lo largo de 23 cuadras, ya ha sido incluida en el Guinness Book of World Records por haber hecho gala, un 13 de marzo de 1998, de la fila más larga de la historia conformada por 119.000 almas que movieron sus cuerpos al ritmo de la conga.

Además de buena música, comida típica, disfraces y comparsas, el Carnaval de la Calle 8 convoca a un conglomerado que sabe cómo disfrutar las cosas buenas de la vida. Hoy por hoy estas fiestas son amenizados por artistas internacionales como Oscar De León, el grupo Niche, el Gran Combo, Sergio Vargas, Carlos Ponce, entre muchos otros.

Viernes culturales
Quizás nunca pensaron los organizadores de aquel primer festival carnestolendo que se llevó a cabo un 9 de marzo de 1978, que este evento se convertiría en un símbolo del espíritu festivo de la comunidad hispana que hace vida en Eight Street. Y es que aquí la pachanga no se limita al Carnaval. Teatros, parques, restaurantes, cines y cafés realizan múltiples actividades que dan cuenta de la diversidad cultural latinoamericana. Uno de ellos son los Viernes Culturales o Cultural Friday. El último viernes de cada mes la fiesta latina se apodera de la calle: música, bailes, performances… entre otras manifestaciones son cita obligada para muchos que con sus familias buscan relax y diversión aderezada por la degustación de un buen plato típico y de una bebida refrescante.

El parque Máximo Gómez, mejor conocido como el parque del Dominó, es el sitio de reunión de la vieja generación de cubanos, que al golpeteo de las comúnmente llamadas “piedras blancas” comentan las noticias y el devenir del día a día. Verlos jugar dominó o ajedrez es una buena ocasión para hacer un break bajo los árboles frondosos del lugar. Muy cerca de allí se encuentra el Paseo de las Estrellas de la Pequeña Habana. Aquí actrices, actores, cantantes, escritores y en general los artistas latinoamericanos tienen el sincero reconocimiento de sus paisanos.

Cuando haya pasado la efervescencia de la celebración, diríjase a la esquina con la calle 13. Aquí, en un parque se rinde homenaje a diferentes héroes de la isla. En este remanso los monumentos rememoran las acciones patrióticas de personajes de la historia cubana como José Martí y Antonio Maceo. La llama del recuerdo arde en memoria de los héroes caídos en la invasión de Bahía de Cochinos. La Ceiba espléndida que abre su ramaje para cobijarlos con su sombra guarda también numerosos objetos que, a su pie, arrojan los visitantes. Una leyenda urbana dice que los objetos deben permanecer en su sitio. De lo contrario, el sustractor verá pagada su osadía con largos años de “very bad luck”.

Comer y beber
Degustar la gastronomía cubana es un impelable de esta gozadera. Si de algo puede dar muestra la Calle 8 de Miami es la de contar con restaurantes de comida cubana donde podrá saborear los plátanos maduros, tostones, palomilla, ropa vieja o moros y cristianos.
En El Pescador sirven una buena tortilla de camarones o si lo prefiere pida croquetas de pescado. Casa Juancho es otra opción para degustar frutos del mar acompañados por un buen vino. Merengue Café y Restaurant ofrece platos típicos de la cocina dominicana como chivo, mofongos y habichuelas con dulce. Eso sí, adonde quiera que vaya no deje de sorber el tradicional Mojito cubano, bebida a base de ron, vodka, azúcar en el borde del vaso, en el fondo hierbabuena y mucho hielo picado!


(Artículo publicado en SBA Report. 2009)

domingo, 8 de mayo de 2011

La última palabra de Fernando Vallejo tendrá ritmo de Guaguancó



En 2003 recibió como parte del galardón más importante de las letras hispanoamericanas, el Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos, 100.000 dólares, que donó a sociedades protectoras de animales


Mariela Díaz Romero

Colombia: un amor frustrado. La literatura: su oficio porque no le quedó otra opción ante el desempleo. La música: un intento fallido. El cine: un embeleco y una “novelería del siglo XX”. Vivir: el dolor más grande. La felicidad: una falacia literaria. Este es Fernando Vallejo, el más mexicano de los colombianos, ganador del Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos, en 2003, por su novela El desbarrancadero (Alfaguara, 2001) y defensor a ultranza de los animales.
Cuando Vallejo ganó el Rómulo Gallegos, su amigo, el también escritor colombiano Héctor Abad Faciolince lo llamó a su casa, en México, para felicitarlo. Vallejo, nacido en Antioquia, la región en la que vive Abad Faciolince, le preguntó: “¿Qué estás viendo por la ventana de tu casa?”. Abad le contestó: “Las montañas, Fernando, las montañas”. Vallejo replicó: “Yo también las estoy viendo en este momento, a través de tus ojos”. Aunque Vallejo lleva más de 30 años viviendo en México, pasó su infancia y juventud en su ciudad natal, Medellín, donde nació el 24 de octubre de 1942.
Ciertamente Colombia y sus vicisitudes, las condiciones en las que vive la población asediada por la guerrilla, el narcotráfico y los paramilitares es tema constante en la novelística de Fernando Vallejo, que además de escritor, es cineasta, biólogo y músico.
Sin embargo, Vallejo no asume a Colombia como tema de sociólogos ni de urbanistas o políticos, su vivencia del país donde nació está marcada por la pasión y la nostalgia. Para Héctor Abad Faciolince, la pregunta de Vallejo dejaba entrever su nostalgia, el sentir de un desterrado, “porque uno, viva donde viva, añorará siempre el sitio donde pasó la juventud, es decir, esos años en los que se cultiva la ingenua esperanza de que existe un lugar para la felicidad”, escribió Abad.
Nada más alejado de la esencia de Vallejo que las palabras ingenuidad o felicidad. La ingenuidad de su infancia está poblada de recuerdos de un país que ya no existe: “Colombia es una mezcla de muchas cosas, maravillosas y terribles, como es la vida. Yo he vivido siempre enfermo de nostalgia, pero una nostalgia incurable, porque la Colombia que yo dejé no es la de ahora. La Colombia que yo añoro es la de mi juventud. Esa ya no existe (...) Mientras Colombia iba cambiando por su lado yo iba cambiando por el mío, entonces nos fuimos alejando cada vez más, y ahora el retorno es imposible”.
En mayo de 2007, Vallejo, al recibir la nacionalidad mexicana renunció a la colombiana; en ese momento expresó que esa “mala patria de Colombia” ya no era la suya. “No quiero volver a saber de ella. Lo que me reste de vida lo quiero vivir en México y aquí me pienso morir. Colombia me cerró las puertas para que me ganara la vida de una forma decente (...) y me puso a dormir en la calle tapándome con periódicos y junto a los desarrapados de la carrera Séptima y a los perros abandonados. Desde entonces considero mis hermanos a los perros”. Por esto no fue extraño que los 100.000 dólares que recibió por el Rómulo Gallegos los haya donado a instituciones venezolanas protectoras de animales, entre ellas, la fundación caraqueña Mil Patitas.
El autor de la saga autobiográfica El río del tiempo (1986 – 1993, que comprende seis novelas) también escribió las biografías El mensajero (1991), y Almas en pena, chapolas negras (1995), ambas abordan la vida de dos grandes poetas colombianos: Porfirio Barba Jacob y José Asunción Silva, respectivamente; además La virgen de los sicarios (Alfaguara, 1998), una de sus novelas más importantes e iniciadora de la llamada “sicaresca antioqueña” por reflejar el clima de violencia urbana que impera en la nación neogranadina; en ella, a través de un monólogo sin divisiones en capítulos, un hombre maduro y homosexual cuenta su relación amorosa con Alexis, un adolescente sicario. En el ensayo La tautología darwinista (2002) refuta las tesis evolucionistas; con La rambla paralela (2002) anunció su retiro del mundo literario. Mi hermano el alcalde (2004) es un testimonio, cercano a la crónica, del periodo en el que su hermano Carlos fue alcalde de Támesis, un pueblo cercano a Medellín. Continúo con los ensayos Manualito de impostura física, y La puta de babilonia (2007), sobre la iglesia católica.
Al anunciar su retiro del mundo literario, el site Clubdelibros.com le preguntó por qué lo hacía justamente cuando se había convertido en una celebridad. “Estoy escribiendo el libro de mi muerte —respondió Vallejo—. Ya siento que se está acabando mi programa. En cuanto a la literatura, no tengo nada más que decir, ni ganas de decir nada más. Este libro que estoy terminando, y que se llama La rambla paralela, será lo último que yo escriba de literatura. Escribiré, pero ensayos de otras cosas. No voy a repetirme”.
Aunque se retire o aleje de las letras, Vallejo seguirá siendo polémico, irreverente, crítico iracundo, furiosamente lexical, con una prosa extraordinaria para dejar por sentado su agudo sentido de la realidad. Seguirá intacto su amor por los animales, a los que considera sus prójimos (“Todo el que tiene un sistema nervioso para sentir y sufrir es nuestro prójimo”). Y aunque muchos lo califiquen de inmoral no sólo por sus certeras pedradas a figuras de doble faz, como la iglesia y los políticos, sino por haber asumido su homosexualidad sin tapujos ni vergüenzas, Vallejo sólo contesta que simplemente ha vivido como ha querido, y que ha escrito “por ganas de joder” y molestar a los hipócritas.
“Voy a escribir un libro, el último, El don de la vida, sobre mi muerte inminente y el balance de mi desastre, y lo voy a escribir oyendo a José Alfredo Jiménez, a Leo Marini, a Daniel Santos...”.


(Artículo publicado en 2009, en la revista Aserca Report, Venezuela).